sábado, 25 de diciembre de 2010

Va de belenes. (Para Anita)


La imagen corresponde al belén de este año en la plaza Sant Jaume de Barcelona, delante del Ayuntamiento.
No, la mesa no es para que coman las acémilas que -se supone- trabajan en él. Es el belén.

Pero no es de este truño de lo que quiero hablar, mi entrada se debe a que me ha hecho reír la anterior, la de Anita, con sus recomendaciones sobre el belén, ¡ja ja ja! ¡Clavado! Y me he acordado de que, a pesar de que huyo de poner figuritas de distinto tamaño, consiguiendo tenerlas -casi- todas del mismo, queda una tarea por cumplir, ya que las principales son las que se han quedado desfasadas, demasiado pequeñas en relación a las demás.

Hay un motivo para ello, por supuesto.
Cuando me casé, no tenía figuras, claro, y mi madre, sabiendo lo que me gusta montar belenes, me compró unas de plástico, de tamaño... ¿pequeño? ¿mediano? En fin, lo que se vendía entonces, embolsadas en plástico por grupos: la Familia y la mula y el buey (¡no burro y vaca, Anita!); dos pastores con ¡una oveja! (Joer, cuanto personal para un solo bicho); tres marranos y una cabra; tres gallinas y un pavo, etc. Eran feos de cojones, muy mal hechos, pero ya se sabe, "A caballo regalado, no le mires el diente"...

Eso sí, el Portal lo exigí natural, nada de plástico. Y lo tuve. En madera y corcho.

Unos años después decidí hacer ampliaciones y reformas, ¡juas! Porque a ver, ¿qué es eso de un establo solo ahí? No señor, un establo forma parte de una casa, conque construí la casa, adosada al establo, detrás. Detrás porque el protagonista es el establo, claro, pero siempre lo he montado en una esquina delantera, de manera que se pueden ver ambos.
Lo hice con láminas de corcho que luego pinté, y además, un patio delante de la puerta.
La puerta, abierta, mostraba el interior. Con porexpán hice una cama y con retalitos de tela la colcha. Dentro metí a dormir a un tío que no me acuerdo qué personaje es, uno de las figuritas de séries de dibujos ánimados que le birlé a mi hija. Al lado de la cama, una mesita de corcho y ramitas por patas, y encima una palmatoria con vela de verdad, que en la Fira de Santa Llúcia de la catedral hay maravillas de objetos en miniatura.

Naturalmente, en el establo también hice "mejoras", abrí una ventana al fondo, que comunicaba con la casa y por ella podía verse la luz de esta. Fue un trabajo de esos con los que te encuentras con dificultades inesperadas después de haber cerrado el presupuesto, ainsss...
Nada de serrín, Anita, paja. Compré una bolsita de paja y cada año, al montarlo, la esparcía estratégicamente por los rincones del establo y en el techo de las dos edificaciones. En una columna del establo hundí un alfiler para colgar (como si fuese un clavo) la sierra de carpintero.
En el patio de la casa construí una mesa y sobre ella puse miniaturas compradas de cestas, vasijas de barro, sártenes, una jarra de cobre... Y una escoba de brezo detrás de la puerta que da a la calle. ¡Ah!, y en la pared colgué una jaula con un canario. Disfrutaba como una enana.

Pasó que los tres Reyes eran una herencia familiar, de mi bisabuela cuando era niña. Mi madre los deshechó por unos de plástico y me los dió cuando se los pedí (ella los hubiese tirado) Primeras figuras de distinto tamaño -eran más grandes-. Tuve que mantenerlas alejadas, allá en lo alto de una montaña, je je je... Pero... por andar por aquellos riscos y haber niños en casa, que movían la mesa, además de los años que tenían y ser de barro, los camellos empezaron a quedarse cojos (¡Tienen unas patas tan finas!) Y el paje de Melchor quedó manco, precisamente, del brazo con el que sujetaba las riendas, teniendo que colgarle estas del cuello... ¡Horror! Más que paje, parecía un suicida.
Lo que resultaba criminal era seguir poniéndolas si quería conservarlas como lo que son, una antigüedad. Conque las envolví cuidadosamente y salí a comprar otras.

Por entonces ya se vendían las de resina, auténticas maravillas. Adquirí los tres Magos, que, a pesar de toda su majestad, no llevaban pajes. Melchor monta un impresionante elefante, Gaspar un soberbio alazán negro, y Baltasar un majestuoso camello. Jinetes y monturas bellamente vestidos y enjaezados.

La disparidad de tamaño había aumentado porque estas son más grandes que las antiguas y ni abandonadas en lo alto de una montaña daban el pego. Así que empecé a comprar figuras nuevas, de resina. En dos o tres años conseguí renovar todo el belén.
Pero... las del Portal no admitían cambio, porque entonces no cabrían en él, ¡y estaba tan orgullosa de mi trabajo como arquitecta! Además, me habían salido tantos contratos que no daba abasto. Construí murallas a petición de Poncio Pilatos, con porexpán trabajado con un soldador doméstico para formar los bloques de "piedra". Y el zoco. Tiendas hechas con palitroques por patas, base de lámina de corcho y toldo con retales de tela. Entre miniaturas compradas, como unas balanzas y más recipientes de barro y cestos, y mi maña para venderles a los comerciantes mis productos como pan, tortas, tomates, naranjas, pescado, queso, huevos, etc. (modelados y pintados) Y sacos, sacos de harina, de arroz, de lo que fuese. (Ahí sí que emplee el serrín, para rellenarlos, je je je...) ¡Ah! y una de las paradas mostraba rollos de tela y lana. Vamos de todo.

En el zoco metí a la mayoría de animales, ante un puesto dedicado sólo a su venta. Obviamente, a los corderos y cabras los puse en una montaña, a media altura, con sus pastores y el perro.
Menos mal que el panadero sólo me pidió fuego para su horno. (Una bombilla cuyo fulgor imita las llamas) También los pastores me pidieron que encendiese sus fogatas; pero además, tuve que construírles un par de cabañas y una larga mesa en el llano, con bancos para sentarse, donde reponer fuerzas con los alimentos servidos en platos de barro y jarras.
Los leñadores me pidieron haces de leña. (Ramitas finas, atadas con hilo marrón)

La calle principal y el zoco eran un bullir de gente yendo y viniendo. Entre todas estas figuras -muchas, incluso hay niños y una embarazada-, se diferencian dos razas, la hebrea, de piel blanca y pelo claro, con vestimentas, digamos medievales, y la árabe, tez oscura y ropa a tono. (No, no hay burkas, je je je...)
En el zoco montaban guardia unos centuriones romanos. Supongo que en previsión de que Mohamed se líase a tortas con Simón por la propiedad de una gallina, que estos bichos se pasean por aquí y por allá, cual reina de Saba y luego no hay quien sepa de quien son.

¿Nieve? Claro que no. Soy muy respetuosa con la Historia. Sólo me permití una licencia: la Moreneta. Tenía una miniatura de la Virgen de Montserrat y no dudé en meterla en mi belén, je je je... Dicen que fue encontrada en una cueva y que el color negro se debe al humo de los carboneros. Pues vale, la metí en una cueva. Y es que mis belenes son un ardúo trabajo de ingeniería, chica.
Cojo los libros que sean necesarios de mi bien surtida biblioteca. Los protejo con varias capas de papel de periódico después de amontonarlos a distintas alturas, creando barrancos (y construyendo puentes con ramitas para salvarlos) Luego los recubro parcialmente con, unos con corcho natural, a trozos, como si fuesen roca, pero es el musgo natural el rey, el que le da apariencia de naturaleza. También uso piedras de verdad. Y por supuesto, mis árboles son ramas cuidadosamente recortadas y deshojadas hasta adquirir el aspecto de tales, a la escala requerida. Una pella de barro de modelar sirve para mantenerlos erectos durante todas las fiestas.
Con pizquitas de tomillo y de romero hago arbustos floridos, salpicándo con ellos las montañas y el valle, sin olvidar las márgenes del río y el puente.
Mi río empieza apareciendo desde la cueva donde está la Moreneta, cae desde lo más alto en una cascada, y en el valle sigue su curso tranquilo, con el pescador y las lavanderas, pasando bajo el puente que cruzan los tres Magos, perdiéndose en... Si, en los confines, al final de la mesa, allá donde la vista se pierde en el horizonte.... ¡Anda que no me he reído con tu recomendación número 6! ¡Juas! Nunca he visto un río que acabe bruscamente, en medio de un mar de serrín. ;D

Por cierto, no has mencionado nada sobre ese horror llamado papel de plata. Una de mis ex-cuñadas, que belén no ha hecho nunca, que conste, es comunista y a mucha honra. (¡Juas juas juas!) Tan comunista, que el árbolito sí lo pone pero... "Yo guardo el papel de plata después de usarlo, para poner trozos en el árbol y adornarlo". Maravillada me dejo, oyes. La tía se tira semanas guardando trozos de Albal manchados de pescado, pollo y lomo de cerdo, luego los hace trizas y, con la misma gracia con la que nació, los va pinchando en las ramas del arbolito de plástico. (Ni siquiera es de ráfia como el mío)

Lo digo porque mi río no es de papel de plata, hortera hasta decir basta. Es una larga tira de tela de color azul. La traté con almidón, consiguiendo arrugas que imitan el agua viva, deslizándose. Así puede ser cascada y río.

El trabajo de ingeniería empieza por planear la ubicación de cada zona en la región. A continuación elevar las montañas y deprimir los valles. Seguidamente, ir extendiendo la "red eléctrica", esto es, las luces, aunque su ubicación no será definitiva hasta el final, se trata de un primer paso que finalizará al ir poniendo las luces donde queden mejor y sean necesarias. Eso sí, nada de intermitentes de los cojones. A quien les gusten estas, que se vaya a una disco. Poner una luz roja o azul en el fondo del pozo es de atontolinaos. Ha de ser verde.
Horas, horas de trabajo de ingeniería, pufff... (Pero sarna con gusto no pica...)

Bueno, y a todo esto, llegamos a cómo he solucionado lo de las figuras principales pequeñísimas en relación a todo el belén.
¿Acaso se puede dudar de una ingeniera y arquitecta de fama internacional e histórica? (¡Juas!) Pues es bien fácil, entre la población y el establo pongo una barrera de huertos, con unos tomates que dan gloria verlos y unas matas de judías que ya las quisiera Juan en vez de sus habas.

No hay más misterio. Aunque... ¿tal vez cómo meto a tanta gente y paisaje en mi belén? Pues mide tres metros de largo por más de uno de ancho. Bueno, "media". Ya no hay belén desde hace años. Exactamente desde que llegó la primera "okupa", mi gata Bimba.
Soporté tener que apuntalar las montañas cuando le daba por explorarlas, pero mi paciencia se agotó al ver que en el prado donde los leñadores tenían su larga mesa, parecía que hubiese habido una batalla campal, con muchas "víctimas". Además, en el zoco hubo robos de sacos de harina y husos de lana, y los inútiles de los centuriones romanos no movían ni un dedo para evitarlo. Conque dije basta, harta ya de aguantar el mal gobierno de Pilatos, poniendo el culo en pompa ante los nacionalistas independentistas del Sanedrín.

Eso sí, mi obra está oculta y saldrá cuando lo considere oportuno :D :D :D

¡Salud, reina de las risas!

5 comentarios:

  1. Despues de tanto trabajo, supongo que nos publicaras alguna foto del magnifico diorama.
    A mi tambien me gustan los belenes pero como soy rojo y ateo no pongo nada...!hay que inventar las navidades rojas¡
    Podremos a Marks, Lenin y el Che.

    ResponderEliminar
  2. Esto se llama pasión de belenista. Estaría bien alguna foto...

    Feliz Navidad.

    ResponderEliminar
  3. Leona he disfrutado de lo lindo leyendo, desde luego tu Belén debe ser una obra de arte, que no todos tenemos la suerte de esa imaginación para crear, yo soy nula para hacer algo así. Lo mas que he llegado hacer un poco en condiciones son las vestimentas de los muñecos de play-movil, de mi hijo cuando era peque, y el Belén lo hicimos con dichos muñecos. De una caja de zapatos pintada con temperas y alguna rama el portal.
    Y poco mas, eso si a los amigitos de mi hijo les encantaba.
    La invasión gatuna jajaj me río porque me acuerdo cuando a mi padre se le subió el gato al Belén jaja y le planto la plasta en toito el medio hayssss.
    Lo de guardar el papel albal usado de tu ex-cuñá una idea muy culinaria de reciclaje jjaja.
    De acuerdo con el albal de río queda horrendo pol favor.
    Yo como Jesús, sería una pasada ver tu obra ingeniera porque desde luego lo es con tanto esfuerzo y dedicación.

    ResponderEliminar
  4. ¡Ay!, que más quisiera yo que poner fotos. No volverá a haber belén hasta que salgan de casa los dos okupas con bigotes.
    En una tienda de animales me vendieron un spray, asegurando que los repele si rocío con él muebles y sitios, ¡ja, casi me asfixio yo con el pestazo!, pero ellos nada, impertérritos.

    Veré si encuentro fotos de hace años y las escaneo. Alguna debe haber, pero me temo que no sea con todas las figuras finales.

    Gracias por tu visita, J.F. ¡Feliz Navidad!

    Periódico, ve preparando para el año que viene, que quiero ver tu maña como arquitecto. Y a esos que nombras, los puedes poner en el castillo de Herodes...

    Anita, ¿tu padre consiguió su objetivo? Lo dudo, estos bichos son muy persistentes, se van, pero luego vuelven. Tendré que poner a Jota Uve de segurata, je je je...

    ResponderEliminar
  5. Nada Leona imposible el gato tenía obsesión con ir a hacer caquita allí.
    Yo creo que era ver a mi padre montar el Belen y disfrutar pensando en subirse, o cerraba la puerta de acceso a la entrada y no escuchaba el timbre o el gato se paseaba por el Belén impunemente.
    Si que son muy persistentes estos animales si, o se salen con la suya o no paran, murió hace tres años el gato de viejito ya.

    ResponderEliminar

Gracias por vuestros comentarios, en breve serán públicados.