jueves, 29 de septiembre de 2011

Panchito borrachuzo, difunto y muy vivo



Que los denominados 'panchitos', habitantes del continente américano por debajo de EEUU sean también reconocidos como borrachos sin remedio, es habitual.
Por muy histéricos que se pongan los que viven a su costa, es así.

Ademir Jorge Gonçalves, albañil para más señas, iba a ser enterrado al considerárse que el cuerpo víctima de un accidente le pertenecía.
Andaba el hombre tomando y tomando sin parar en el bar habitual, cuando un conocido le avisó de que... ¡coño, estaba muerto y lo iban a enterrar!
¡Ah, no!, esto no lo podía tolerar, ¡faltaría más! A ver quien era el guapo de atreverse a enterrarlo a él... Salió a trompicones del bar y consiguió llegar al cementerio, dando un susto de muerte a toda la peña allí congregada.

Supongo que el andar trastabilleante y la lengua de trapo puso los pelos de punta a la pobre gente congregada en el cementerio, convencidos todos de que Ademir Jorge estaba en el ataúd y al verlo llegar, cual Michael Jackson en 'Triller'... ¡Uf!
La noticia no dice nada de que alguien padeciése del corazón...

¿Fue identificado el cadáver? Sí. Bueno, es un suponer, dado lo ocurrido.
Según el gerente de la funeraria, algunos familiares mostraron sus dudas, pero enseguida aparecieron una tía y cuatro "amigos" que lo afirmarón taxativamente.

Vamos, una tía que no le había visto desde que hizo la 1ª Comunión, y cuatro amigos beodos que nunca habían visto sus rasgos porque es lo que tiene la bebida.

A esto tengo que decir que no es fácil reconocer un cadáver. No reconocí a mi propio padre al salir del quirófano, tan blanco estaba.
Esperando en el pasillo de los quirófanos durante horas, pasó delante mío una camilla con un hombre. Le miré con pena, tan desválido y débil se veía, pero no le reconocí, no. En absoluto. Hasta que mi madre me sacudió el brazo gritando "¡Es tu papá, es tu papá!"
Ella lo sabía porque habían dicho su nombre por megafonía, pero yo no.

De todas maneras, una cosa es lo que me pasó a mí, ver pasar a mi padre delante mío, blanco como el mármol, él que era moreno hasta decir basta, con aspecto saludable, y otra mirar un cadáver detenidamente, estudiando todos los detalles.
Menuda panda, familia y amigos del Ademir Jorge ese, todos mamaos.

3 comentarios:

  1. Y no estaba muerto,
    que estaba de parranda
    Si señor

    ResponderEliminar
  2. Vaya anécdota macabra la de tu padre. Pero es cierto lo de que reconocer a un cadáver puede ser difícil. Por eso en ocasiones se recurre a ver tal defecto en tal uña, o en un dedo del pie, o a la socorrida dentadura. Porque la cara puede ser difícil de identificar. Pasa lo mismo con los "maquillajes" que ponen en los tanatorios. Dejan al muerto con una cara tan "perfecta" que no lo reconoce ni su madre.

    ResponderEliminar

Gracias por vuestros comentarios, en breve serán públicados.