miércoles, 26 de octubre de 2011


Día 26/10/2011 - 09.56h
La semana pasada recibimos, en boca de unos encapuchados, la noticia de que ETA cesaba definitivamente las acciones armadas. El Gobierno, los candidatos a las elecciones generales y buena parte de los medios de comunicación reaccionaron como si ETA hubiera anunciado su disolución y entregado las armas. Justo tres días antes había tenido lugar un calculado teatro organizado por el brazo político de ETA, Bildu, la mal llamada «Conferencia de Paz». Allí estuvieron representantes del partido del Gobierno vasco y Central junto al PNV —los del árbol y las nueces— y todo impregnado por el lenguaje y la escenografía propia del final de una guerra entre bandos, incluso con la presencia de observadores internacionales que vinieron a la fiesta abertzale, observando más bien cómo sus cuentas corrientes crecían.
En la lógica del comunicado de ETA y de la conferencia convocada por Bildu pertenecen a una de las partes de un conflicto armado las 21 personas asesinadas en Hipercor; el matrimonio Becerril asesinado a tiros por la espalda; Miguel Ángel Blanco, Buesa, Múgica o Ernest Lluch, por no ser independentistas; los fiscales, jueces y cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado por el hecho de ser funcionarios y servir a la justicia, y el resto de víctimas de la banda terrorista.
Lamentablemente, hay que reconocer que ETA y sus adláteres están ganando la batalla del lenguaje. Conseguir que buena parte de los demócratas y de la opinión internacional asuman falsos conceptos como «conflicto vasco» en vez de democracia amenazada, de búsqueda de la «paz» en vez de búsqueda de la libertad o de «lucha armada» en vez de terrorismo supone en el fondo su mayor triunfo, el de su marco mental y político. ETA pretende reescribir la historia fingiendo el final de una guerra donde las partes tienen que dialogar y ceder en algo. El problema de asumir esa mentira es que quien puede acabar cediendo en una mesa es una democracia frente a las exigencias de unos criminales.
El único final respetuoso con las reglas del juego será el de la derrota y disolución de ETA y la aplicación de la justicia y la ley, como única garantía de que los intereses partidistas o los atajos políticos no vencerán a los valores democráticos.
Albert Rivera es presidente de Ciutadans.

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