Lástima que no haya sido antes de matar al elefante.
Cuando, siguiendo la tradición familiar de torpezas variadas y armas de fuego, su nieto se descerrajó un tiro en el pie, todos se preguntaron por qué el tierno y sensible abuelito no había ido a verlo al hospital.
Gracias a la torpeza genética de esta familia ya lo sabemos, estaba en Botswana cazando elefantes.
¿Qué le habrán hecho los animales a este hombre para que se dedique a matarlos? ¿Al elefante también lo han emborrachado previamente como al oso Mitrofan? Porque ya se sabe que por muy grande que sea la pieza, la torpeza del cazador lo es aún más.
Y a todo esto, tenía entendido que los elefantes son una especie en peligro de extinción, así que vamos bien...
Será por eso que la web de la empresa dedicada a las matanzas, propiedad del que le acompaña en la foto, Jeff Rann, haya cerrado inmediatamente para que no se vean las fotos del Torpón exhibiéndose ante las piezas cobradas.
Sin embargo, este par y otras circulan por las redes imparables.
Según la web escondida, matar elefantes cuesta un mínimo de 45.000 euros. Una afición sana y barata, sí señor.
En cuanto a la caida, no, no fue persiguiendo a su presa, fue lo habitual, tropezó al bajar las escaleras del alojamiento.
Venga, que le den un tacatá y una escopeta de plástico. Ya es hora.
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