Decía Xuxo, el primo gallego de Curro, en aquellas tardes de los sesenta a Carmiña, la abuela de ambos;”ay abueliña, que guapita estás esta tarde”, a lo que contestaba la ya anciana y con una ligera sonrisa; “ Lo siento, neniño, eu non teño suelto”. Con lo cual, sobraban las zalamerías interesadas del primo Xuxo a su abuela, ya que la cosa no estaba para ni siquiera los dos reales de propina para el interesado piropo.
En aquellos comienzos de los sesenta en una aldea gallega, era habitual que los abuelos y abuelas, se hicieran cargo de los “nenos” ya que los padres y madres de estos, estaban algo lejos de la aldea y si me apuran de la Península, bien en Europa o allende los mares.
Rosalía de Castro puso la letra a esa poesía que nos cuenta lo que el gallego o gallega que marchaba de su tierra en busca de trabajo que proporcionara lo necesario para la familia, bien los niños como los abuelos que quedaban allá en la aldea…
“Adiós, ríos; adiós, fontes;
adiós, regatos pequeños;
adiós, vista d'os meus ollos,
non sei cándo nos veremos
¡Adiós, gloria! ¡Adiós, contento!
¡Deixo a casa onde nascín,
deixo a aldea que conoço,
por un mundo que non vin!
Deixo amigos por extraños,
deixo a veiga pol-o mar;
deixo, en fin, canto ben quero...
¡quén puidera non deixar!
A lo largo de esta poesía que Amancio Prada puso música, nos da a entender la pena que esa mujer y /o ese hombre, abandonaba su aldea, su familia, amigos, rincones, costumbres, la vida que conocía por algo que al otro lado del charco desconocía y que a la vez, esperaba que a base de su trabajo aportara la alegría de aquel lugar y personas que dejaba, quizá esos duros que tanto necesitaban. A cambio, ese esfuerzo, esa morriña y saudade que le acompañarían por tantos años en tierras extrañas.
Esta última estrofa, ya en castellano, viene a decir así;
“Dejo amigos por extraños,
dejo la vega por el mar,
dejo, en fin, cuanto quiero…
¡quién pudiera no dejar!!
Pues si, muchas se esas gallegas, eran madres, como las de Xuxo y Curro.
En la despedida, lágrimas en los ojos, abrazos a los niños y mil y una recomendaciones para los abuelos, titos, vecinos, maestro de la aldea de al lado, al sacerdote que les ayudara con lo de las cartas, que fueran buenos “nenos”, que les vigilara…todas las recomendaciones y favores que pedía Maruxiña, eran pocas. Allá en la aldea, dejaba a padres, familia y a sus rapaces…todo cuanto quería.
Las cartas, cuando llegaban, se celebraban y eran los abuelos quienes reunían a los nietos y las leían, antes, nos explicaban como había podido llegar la carta hasta la aldea, que si los correos de aquel país americano , que si pasaban por Madrid, que si luego Coruña, etc, los niños, terminábamos por entender lo que contenían las cartas pasados unos días, ya que por más interés que ponían los abuelos, se turnaban para seguir leyéndolas, las lágrimas y emociones se las impedían, por lo tanto, a trozos, en una semana , ya las íbamos entendiendo.
A veces, la abuela, al reñirnos, ponía en la carta de mamá, algo de su cosecha, al decir; “no lo digo yo, lo dice tu mamá en la carta”. Santa palabra, la tarea y sin rechistar se hacía en minutos.
No cabe duda que cuando el periplo americano finalizó, nuestros padres regresaron a la aldea. Fruto de su trabajo en el extranjero, fueron varias obras en el caserón de los abuelos, tanto Curro, como María, dispusieron de habitaciones individuales y con aseo en el pasillo de aquella planta alta.
Una vez juntos, padres, hijos y abuelos, se vivieron años de mucha felicidad. Los primeros en valorarlos, fueron los abuelos, ya de jóvenes, el abuelo en la mar y la abuela , trabajando en la casa de unos señores, aportaron mucho para comprar el terreno, levantar el caserón y como no, crear lo más importante, la familia.
Nosotros, los pequeños, aunque nuestra abuela se esforzaba en contarnos esos valores y esfuerzos de nuestros padres al estar fuera de casa, no lo entendíamos. Íbamos a misa con los abuelos, otros niños, iban con sus padres, no, no lo entendíamos.
Fue a partir del regreso, cuando cada vez más valoramos ese sacrificio. Con los mimos y atenciones que nos daba en cada momento y sobre todo, cuando mamá, nos reunía por las tardes y nos contaba los ratos tristes que pasaba en los pequeños descansos que tenía allá en América. Era como una aventura y mamá, nuestra heroína. Y además, allí estaría con nosotros y nunca marcharía más.
No es de extrañar, que una vez de adolescente, estando ingresado en un colegio diocesano y de carácter interno, en la ciudad, planeara y consiguiera escapar para ir a ver a mi madre. Me jugaba una buena azotaina por parte de mi padre y la expulsión de aquel centro religioso. No me importaba, mi prioridad era otra. Y así se lo hice saber a mi madre.
Tras la bronca lógica de papá, al abrir la puerta aquella madrugada y encontrarme en la puerta, sólo estuve pendiente del rostro de mi madre que me miraba con lágrimas en los ojos y me preguntaba; “Neniño , por qué, por qué lo has hecho?”:
Y con lágrimas en los ojos, le contesté; “Mamá, solo quería abrazarte”.
Tras el largo abrazo y besos a mamá, lo de más…no importó.
Ahora, mamá, está más lejos, en el cielo. Hoy es su día y como siempre , en América, Galicia, Levante o en el cielo…sigue en mi corazón.
Felicidades mamá que estás en el cielo y sigues en mi corazón!
Precioso es el poema de Rosalía de Castro, pero igual o quizás mejor es tu articulo para el día de la madre, felicidades.
ResponderEliminarLágrimas me has arrancado.
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