viernes, 18 de febrero de 2011

No-sonido = sonido es



Generalmente, en estas sociedades, “del progreso y desarrollo” vivimos, únicamente desde una única realidad sensorial, la de la vista. De hecho, nadie se ocupa de ser consciente de lo que se respira, de lo que se toca, de lo que se come en un gran porcentaje de las veces – ya que es sabido que la comida primero entra por los “ojos” -, y así todos y cada uno de los otros cinco sentido –incluido el común – los tenemos aparcados, olvidados de nuestra propia vida cuando, en realidad es en gran medida gracias a los otros cinco por los que no nos matamos cuando somos más jóvenes.

No en vano el oído es el primero de los sentidos que se despierta en nuestra propia evolución y, curiosamente, según se ha comprobado el último que se va. De hecho hay estudios contrastados de que, una vez fallecida la persona su capacidad auditiva aún permanece activa durante un tiempo.

Por ello, por esa ignorancia voluntaria o no, a negarnos a percibir más allá de la vista, los propios sentidos se tienden a atrofiar en un beneficio orgánico de economía de energía. Ahora bien, cuando todo el proceso se ve afectado porque el situación “sonora” es estridente y desarmoniosa en grado sumo, el organismo, ese que está encallecido y que no siente ni padece también salta las alarmas. El sonido, más allá de la melodía de un canto instrumental, bocal e incluso animal, sigue siendo una energía que como tal pulsa y vibra y es esa vibración la que nos lleva apercibirla bien con los oídos o bien con la piel, un órgano que aunque no es audible a través de él como órgano para este fin si percibe la vibración y por ello algunos “sordos profundos” perciben la música e incluso pueden bailar a través de dicha vibración en el suelo o en sí mismos.

¿Qué sucede cuando hay mucho ruido, que no sonido? Que podía decirse que se produce un “estrés sonoro” a lo que el cuerpo también se acostumbra hasta unos límites en que ya es excesivo y comienza a produce ir determinadas patologías tales como el insomnio, ansiedad, problemas gastro-intestinales, problemas de relación social, personal, y no digamos nada sexual, y así etc…

Ante ello, lo más rápido es crear el silencio, no un silencio absoluto, lo cual es imposible pero sí un silencio suficiente como para poder estar, en definitiva con nosotros mismos. Ahí entra la práctica de determinadas formas de meditación desde el silencio, o llamémosle desde el no-sonido, entre ellas y a mí personalmente la meditación Zen o Zazen es sin duda la mejor que no por ello la más cómoda o fácil de llevar cuando no, como un servidor es mentalista o lo era.
¿Qué sucede? Que, acostumbrados al estrés, el silencio es como quitarle los puntales de sujeción a una casa que amenaza ruina, de momento, lejos de parecer una solución es un gran problema; pero esto no es pan para hoy, sino para siempre, no es comer pescado sino aprender a pescar, y así, sin puntales, sin sujeciones, nos vamos erigiendo en lo que somos nosotros mismos, sin apoyos sonoros, acústicos, ni de ninguna otra forma, pues aquí, hoy el ruido nos aporta una seguridad de ego amparada en la vista y después no ene l sonido sino en el ruido que no nos permita oír nuestro propio fluir.

Y así poco a poco se nos abre ante nosotros un abanico acústico tremendo que nos lleva a “realidades diferentes” paralelas o no quien sabe, pero lo que sí es cierto es que después de una práctica sin sonido, la vida se ve… diferente.

El Maestro Denko Mesa decía en una ocasión ¿Cuál es el sonido más universal? ¿Aquél que en todos los idiomas comprendemos entendemos, admiramos e incluso tememos? “el silencio. No sientas solo el sonido, siente también el no-sonido que también sonido es.

grupo re-sonando
http://re-sonando.blogspot.com/

Rafael Castro Martí

2 comentarios:

  1. Interesante. Bueno, voy a meditar, hhhhuuuuuuummmm, huuummmmmm,... Je, je.

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  2. Sólo puedo hablar desde mi experiencia de falta de audición, por lo que se trata de un comentario personal, imposibilitado de profundizar en el tema.

    Efectivamente, el sonido también se capta por la piel, a través de vibraciones. Es más, acostumbrada a la contaminación acústica habitual, una vez que fui a cierta pequeña placita, en una zona antigua del barrio de Sants, me di cuenta, asombrada, de que no oía nada. Incluso mi falta de audición me permitió comprobar que aquel recinto era tan silencioso que parecía imposible. No había tráfico, ni comercios, ni gente caminando con prisas. Era un absoluto oasis de paz. (Qué bien te iría vivir allí, Jota Uve)

    He estado en recintos con una acústica estupenda donde podía oír fácilmente. No confundir con los malditos altavoces, que cada vez que paso al lado de uno, casi me caigo al suelo del impacto. Me anorrean porque el sentido del equilibrio va ligado al del oído; cuando perdí la audición perdi también el equilibrio, no podía andar por la calle si no iba sujeta del brazo de alguien. Y tenía que ser alguien fuerte, capaz de aguantar mis tirones, o ambos íbamos dando bandazos por la acera.
    Con el tiempo, el equilibrio se me situó en la vista porque cuando falta un sentido, otro lo suple, pero cuando recibo el impacto del sonido amplificado, mi equilibrio, no acostumbrado a eso, se va al carajo.

    Sé que se oye sin escuchar, esto es, sin prestar atención, pero también ocurre con la vista y con otros sentidos, no es exclusivo del oído. Pensemos en la comida, nos la tragamos sin saborearla, es un acto reflejo, cotidiano y aburrido por eso mismo.
    Igual pasa con todos los sentidos. No nos detenemos a acariciar con el tacto un objeto u otro, dejando que las yemas de nuestros dedos "vean" la textura de una tela, un papel, una madera.

    Nuestra mentalidad lo da todo por supuesto, la vida actual se basa en prisas, prisas y más prisas, para llegar... ¿a qué? A la Nada. El sobrevivir, que no vivir. No es lo mismo.

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