Legalizar la Mafia

Una idea que es un contrasentido en si mismo, pero que tiene múltiples ventajas.
El crimen y el delito, así como las actividades ilegales son inevitables a la condición humana, se dedican cientos de recursos materiales y humanos para combatirlos. Generalmente con resultados infructuosos e incluso trágicos, véase Méjico.
Una mafia institucional, tipo Yakuza japonesa o la rusa, a la que parece no es ajeno el mismísimo presidente, tiene grandes ventajas. Al gestionar de forma centralizada toda la actividad delictiva, de rebote la mantiene controlada, bien diréctamente eliminando competidores indeseables, bien colaborando con la policía delatando a los criminales ocasionales. Esta colaboración incluso puede ir mas allá prestando servicios políticos inclusive.
Con una mafia tolerada, se acaba el problema de la prostitución incontrolada, la explotación de mujeres inmigrantes y de menores. Se estabiliza el mercado negro de la droga. Se acaba con la inmigración ilegal masiva. Con la pequeña delincuencia. Incluso con el terrorismo, ya sea islámico o etarra. Véase que ETA, es en si una mafia descontrolada para el gobierno central.
Cierto que las mafias en alguna ocasión se descontrolan, pero de estas guerras ocasionales por el control del poder, las víctimas son los propios mafiosos. Y además se pueden minimizar los estragos en cuanto el poder político apoya a un capo u otro. De esto los norteamericanos tienen mucha práctica.
La mafia tiene mala prensa, es lógico, no sería mafia, pero sobre todo el mal ejemplo de la mafia italiana, país mafioso por excelencia, demasiado fragmentada y mal dirigida, los choques y los abusos son constantes. Se nota que no tienen una dirección profesionalizada, sobre todo al raíz de los procesos antimafia y el encarcelamiento de los principales capos. Con todo mantienen el país en una relativa prosperidad con la ayuda de Berlussconi.
Es triste que el imperio de la Ley y la decencia cree monstruos, la condición humana tan perjudicial para nosotros mismos. Eros y Tanatos que diría Freud.