viernes, 13 de enero de 2012

El sueldo de nuestros políticos...



En cualquier país, medio desarrollado, del mundo o en vías de ello, a los políticos “los fichan” por su cualificación y por su demostrada destreza a la hora de salir airoso de situaciones difíciles. La razón era muy sencilla: se trataba de fichar para el Gobierno a los mejores, y éstos ganaban en su vida privada mucho dinero, precisamente por eso, por ser los mejores. Por ejemplo, en Francia, un Secretario de Estado gana 10 veces más que aquí; lo único que tiene que cubrir objetivos. Prácticamente, son gobiernos tecnócratas con una cabeza política visible y preparado.
Desde que entró el nuevo Gobierno hemos visto nombramientos que, poco más o menos, no han perdido dinero respecto a su anterior actividad, pero, en no pocos casos, el paso de la actividad profesional a la Administración les ha supuesto un recorte bastante grande en sus ingresos. Por ejemplo, el de un secretario de Estado, que ha pasado a ganar unos 65.000 euros/año, cuando en su cargo en una gran empresa financiera, en la que se encargaba del Gabinete Jurídico, ganaba 1.500.000 euros/año.
Además, los políticos y su sueldo están en el punto de mira de la opinión pública. De ellos se pretende que sean los mejores en sus respectivos campos, pero que cobren por ello menos que un trabajador medianamente cualificado. Se confunde en ellos los privilegios del poder con los del dinero, pues si tienen de lo primero, desde luego muy poco de lo segundo.
Aunque en España consideramos rico a quien gana un euro más que nosotros y, desde ese punto de vista, los altos cargos políticos son más ricos que los que ganan menos de cuatro (secretarios de Estado) o cinco mil euros al mes (ministro). Pero muy pocos ejecutivos de empresas o profesionales están por debajo de esa cifra. Y, lo pongamos como lo pongamos, al menos habrá que considerar en la categoría de ejecutivos a los miembros del Ejecutivo.
Aquí queremos políticos de altura, baratos, y si puede ser que sean altos, rubios y con los ojos azules. Y, milagrosamente, en algún caso lo conseguimos, porque la llama del poder atrae a veces más que la del dinero. Pero no podemos engañarnos por el populismo barato. Nuestros políticos tienen retribuciones relativamente austeras que, en algunos casos, sólo se justificarían por la posibilidad de incrementarlas a su salida del Poder por el currículum agrandado en la Administración, lo que no es, necesariamente, bueno porque su actividad pública dejaría de ser un servicio para convertirse en un muelle que le catapulte profesionalmente.
La profesión, porque es una profesión, de político no es, precisamente, un negocio, y cuando se interpreta así se llega a la corrupción, excepción llamativa pero afortunadamente escasa entre nuestros dirigentes. Por ello, más preocupante que el dinero que se gasta en políticos es la calidad profesional de éstos. Pues con el deseo de proletarizar la política, ésta sólo se convierte en tentación cuando conduce a un muy alto cargo, pero no cuando lo hace en los puestos intermedios aunque decisivos en la Administración pública. Por lo que la tendencia resultante, no hay lugar a dudas será mediocre y hasta viciada de oscurantismo.
Ya estamos acostumbrados a ver como determinados empresarios que, también, roban más que los políticos y ganan 20 veces más que ellos. También es cierto que cobran con toda justicia y lo hacen, además, de empresas privadas que son muy libres de pagar lo que quieran. Pero el origen de los sueldos no impide que se hagan las cuentas. Se pague de una empresa o del dinero público, la cantidad neta es la que es, y nuestros políticos están a años luz de lo que se consideran ingresos profesionales, son deficientes mentales en su mayoría.
Mirta Nora
¿Cuántos años llevan los socialistas con la igual por abajo? Lo que ellos llaman progreso o progresista y solo ha llevado a eso, falta de progreso. Porque el socialismo confundió la igualdad de oportunidades con la igualdad de recompensas. Lo que importa es la nómina, y no el trabajo, la dedicación o el sacrificio para conseguirla. Se recuerda la máxima marxista de “a cada uno según su necesidad” y se olvida la otra parte de ella: “a cada uno según su capacidad”. Una cosa es ayudar a la subsistencia de los más desfavorecidos y otra criminalizar a quien progresa desde su entrega y su lucha. Envidiar a quien más tiene es la forma de ocultar la falta de ambición o dedicación para conseguir más de lo necesario.
El empecinamiento de que un Ministro gane lo que un electricista o un periodista es muy enternecedor, pero con ello sólo se podrá fichar para un Gobierno a un periodista o a un periodista, en todo caso, al final nos encontramos en la lista de los fichables a unos cuantos profesionales de prestigio y a una infinidad de funcionarios a las órdenes del de partido, que pueden ser más o menos competentes pero a veces no han sido responsable de una sola actividad productiva en la realidad.
Solo hay que ver el historial académico y profesional de los nuevos cargos del PP para saber que están a años luz de los del anterior Gobierno del PSOE. Pero incluso ahí, pocos de ellos han llevado un mínimo proyecto empresarial. Y tienen en sus manos la empresa España a la que, por cierto, hay que sacar de la quiebra. Claro que lo de Zapatero fue impresionante. Hasta el mismo presidente del Gobierno pasó de tener una secretaria a tres millones de empleados. Y por lo menos él, terminó la carrera, los otros casi ninguno.
Pero, realmente, por lo que están desprestigiados nuestros políticos es por su falta de preparación y nivel cultural, no por su sueldo. Si por a relación de ambos términos. España con un 65% de los diputados que no pasan el nivel académico de grado medio, no puede salir, nunca adelante. Y, si bien deberían dar cuenta de sus errores de gestión, y aún más del derroche fraudulento del dinero de todos, también sería justo que se premiara sus aciertos, aunque pocos o ninguno tienen.

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